3/12/12

Abrir los ojos, la mente, el alma.

Descubrirse a una misma es un viaje tremendo, creo que es lo más bonito y sorprendente que he hecho hasta ahora. A veces pienso que mostrarme demasiado a los demás me hace correr algunos riesgos, pero ¿para qué esconderme? ¿De qué debo tener miedo?

Abrí este lugar para acercarme a mí misma y ha acabado acercándome a los demás, incluso he podido ayudar a más de uno a encontrarse, para que luego digan que las palabras son solo palabras ;)

Esta es mi historia.

Un día, pongamos sobre los quince o dieciséis años, desperté.Me di cuenta de que no me gustaba como me proyectaba hacia fuera, que dentro de mí había algo que yo misma no me dejaba escuchar. Me quedé muy muy quieta por unas horas y empecé a interpretar lo que al principio era una lengua extraña, una voz tenue que provenía de lo más profundo de mi ser. Fui tomando contacto con esa voz, fui entendiéndome y aceptándome, y aquella niña miope pasó a ser una mujer con ganas de mirar hacia adelante, con ganas de construir, incluso de crear. Empecé a perder el miedo a hacer cosas, a quedarme sola con esa voz, porque os juro que quien teme quedarse solo es quien no sabe apreciar esa preciosa voz que tiene dentro. Me acompañaron muchas personas en ese proceso, pero tuve que entender que este proyecto ni tiene fin ni puede hacerlo nadie por mí, se trata de mi vida, mi única obra.
Pasaron los años y seguí escuchando esa voz, que inundó mi vida de alegría, aún tratando de no dejarme planeando sobre la fantasía, un riesgo que hay que correr cuando vuelas por la parte bonita de las cosas. Temí perder a quien me acompañaba, temí necesitar a los que me habían dado la mano durante aquel despertar, pues supongo que lo que ves cuando abres por primera vez los ojos es lo que siempre vas a querer a tu lado. Interpreté aquel bienestar como un estado permanente, inocente de mí, cuando solo se trataba de un vano, aunque importantísimo, comienzo. No hay que despreciar los comienzos, pues son muchos los que se quedan en ese lindar y ni siquiera tratan de escucharse, pero también es un gran error creer que con abrir los ojos ya se ha hecho todo el trabajo. 
Así que entendí que debía dejar de trazar reglas generales de cada pequeño escalón que subía, pues no me iba a servir para seguir subiendo la escalera del autoconocimiento. Cada etapa tiene sus enseñanzas, que no hay que olvidar, pero cada regla tiene sus excepciones, y realmente no vale la pena martirizarse con todas ellas, se trata de hacerse sabio y saber cómo actuar sin manuales, esa es la verdadera inteligencia. 

Gracias a muchas conversaciones, a muchos momentos cobardes y otros tantos valientes pude ir viendo quien soy en realidad, qué es esa Alba que conforman mi cuerpo, mente, alma y actos, o como queramos llamarlo. Estoy en pleno proceso, y siento que cada día avanzo un poco más, sé que todo esto me lleva a alguna parte y no tengo miedo de saber a dónde es, pero muchas veces me pregunto cómo sería mi vida si no hubiera decidido ver, escuchar, sentir todo esto. 

Cada día vemos a un montón de personas por la calle, nos chocamos con mujeres y hombres, sonreímos a niños, hablamos con trabajadores, escuchamos a maestros, leemos a escritoras e incluso comemos con nuestros padres. Y nunca, jamás, vamos a poder saber quiénes de ellos están viviendo su cambio, quiénes están dispuestos a descubrirse. Es increíble lo cerca y lo lejos que podemos llegar a estar de los demás, y de nosotros mismos.