18/2/09

la mujer del vestido rojo, 3.

Ella..
Mi única razón para subsistir, llegados a aquel punto.
Después de haber buscado por más de mil recodos una experiencia que me hiciera entender cual era mi lugar, al final resultó ser sólo ella.
Bueno, no sólo ella. Su mirada, su figura, su pelo mojado y encrespado al sol de otoño...
¿Pero, qué podía hacer? Me daba miedo acercarme, me daba miedo romper el mito. Como una fan enloquecida aceptando que ha desperdiciado todo ese tiempo soñando con un actor famoso que resultó ser un imbécil.
Así que ahí me quedé durante casi una hora, examinando a lo lejos sus pasos, su sonrisa, como se estremecía su cuerpo cuando las frías olas bañaban sus gemelos de bailarina. Como movía sus labios mientras cantaba cualquier canción, como se perdía entre la gente cuando volvía descalza a su casa.
Y sobretodo, como quedaba de frío y solitario ese lugar que escasos minutos antes me había parecido un paraíso.
Parecía que las olas no golpearan con tanta fuerza, que la energía que había ganado intentando tocarla se fuera perdiendo mientras ella se marchaba de su extraño manto.
Y así me sentía yo. Cuanto más me alejaba de ella, más necesidad sentía de seguirla, de abrazar su cálido cuerpo y no soltarlo nunca.
¿Iba a dejar que se escapara lo que llevaba buscando tanto tiempo? ¿O me iba a exponer a matar la única fuente de alegrías que tenía por el momento?

la mujer del vestido rojo, 2.

A Benjamín los días de lluvia le encantaban. Era difícil de explicar, pero a menudo salía más de casa cuando llovía. Era de ese tipo de personas a las cuales les daba igual sentirse humillados, desdichados o pasados de moda.

Sí, pasados de moda, ya que él tenía treinta años cuando ocurrió esto. A los diez años, aprendió que no todo es lo que parece. A los quince, que no todas las mujeres son como parecen ser. A los veinte, que el trabajo no vale la pena si no es satisfactorio. Y llegados a los treinta, ya casi había descubierto el significado de la vida. Muchas personas le describían como un chico solitario y tristemente feliz.

Pero lo gracioso es que nadie le conocía en realidad.

Nunca se había encariñado con nadie lo suficiente como para explicarle sus pensamientos. Nunca alguien le había demostrado afecto como para ayudarle directamente. Porque indirectamente, él siempre ayudaba.

Nadie se daba cuenta, y por supuesto nadie le daba las gracias. Pero hasta los veinticinco, el siempre servia a los demás, fueran o no fueran buenas personas como él.

Al decir que les servía me refiero a que él vivía para los demás, pero no dejaba de buscar el sentido de su vida.

Después de darse cuenta de que no había sido creado para eso, dejó de regalarse, y se perdió un gran ángel de la guarda.

Un lunes siete de octubre, salió de casa. Sin ningún motivo aparente y sin hacer caso de las voces de sus vecinos murmurando sobre él. Llegó caminando hasta el límite entre su pueblo y el siguiente. Lo único que cambiaba era el suelo, antes de cuadraditos blancos y rojos y ahora de rombos rojos y blancos. El paisaje era el mismo; el mar frío y desnudo y la arena blanca y lisa. Sólo cambiaba un pequeño detalle, el que le había hecho salir de casa y acercarse hasta el mar, tan conocido, tanto por él como por todos los vecinos de aquel pueblo, bañado por las aguas del Mediterráneo.

Porque claro, para alguien que no siente más que lo que toca, que no oye más que lo que escucha y que no ve nada más que lo que mira, ¿qué puede sentir al ver el mismo paisaje (el mismo para él) cada día?

Benjamín no lo sabía. Benjamín era diferente, ¿por qué no lo veían?

Aunque a él le diera igual que nadie le entendiera, por dentro tenía la esperanza de encontrarlo. El significado de su vida. Sabía que existía, todo el mundo tenía uno.

Y él llevaba soñándolo tanto tiempo...

que ya casi le parecía un espejismo.

Pero aquello que le hizo salir de casa sin motivo aparente y caminar rodeando toda la playa...

Sabía que aquello valía la pena.

Necesitaba creerlo. Igual que sus vecinas cotorras necesitaban cotorrear sobre él. Igual que un creyente necesita rezar. Igual que una madre necesita a un hijo.

Necesitaba aferrarse a esa idea, mecerse abrazándola.

Se acercó al muro que delimitaba el principio de la playa y lo que vio no le sorprendió para nada.

Llevaba soñándola durante años.

la mujer del vestido rojo, 1.

- ¿Lo siente?

- ¿Disculpe?

- ¿Siente el olor del salitre en su piel?

- ¿De qué me habla?

- Claro que lo siente, no deja de observarla.

- Estoy intentando disfrutar del paisaje, si no le importa seguiré haciéndolo.

- Discúlpeme, he estado un poco grosero.

- Un poco..

- Simplemente hablaba de aquella mujer del vestido rojo, que se pasea con el pelo mojado y encrespado por la orilla.

- ¿La conoce usted?

- Por supuesto.

- ¿Y dígame, cómo es?

- Es tremendamente hermosa, como puede comprobar. Tiene una piel fina y seductora, unos ojos que hablan por sí solos, unos labios con una sonrisa permanente pero fría, deliciosa..

- ¿Es amable?

- Mucho, es educada, sencilla, modesta..

- Hábleme de su pasado.

- Sin duda ha sido maestra de escuela, ya que así lo dictan sus manos; tiernas, cariñosas, llenas de vida. Tal y como observa el agua fría acechando a sus pies debe ser fotógrafa, sus ojos muestran tal vitalidad y alegría en este frío paisaje.. Y obviamente, es artista.

- ¿Artista? Pero, si no es conocida mundialmente, no es actriz ni cantante.

- El arte lo es todo, amigo. Ahí donde la ve, esta mujer es puro arte. En su mente se esconden millones de pensamientos filosóficos, imágenes deslumbrantes, sentimientos desbordantes, olores que volverían loco al mismísimo Jean-Baptiste Grenouille.

- ¿Es familia suya?

- No.

- ¿Entonces, compañeros de trabajo?

- Tampoco.

- ¿Pero la conoce?

- Por supuesto.

- ¿Cómo se llama?

- No tengo ni idea.

- ¿De qué conoce a esta bella mujer, si puede saberse?

- He soñado con ella durante años, desde que era un niño supe que la reconocería nada más verla.

- Pero, si no sabe quien es, ¿cómo puede saber que ha sido profesora o que es artista?

- Verá, querido amigo. Si usted sólo ve con los ojos, es que está ciego. Si cree simplemente lo que ve, es un ignorante. Pero, si se fía nada más de su instinto y no intenta ver mas allá de lo que nos enseña la vista, es que no tiene motivación por vivir.

- Es usted un completo inútil.

- Lo sé, pero sin embargo, siendo un completo inútil algun día haré feliz a alguien, alguien que entienda lo que le acabo de explicar a usted.

- ¿Insinúa que no tengo capacidad para entender las tonterías que usted dice?

- Yo nunca insinuo, expongo claramente mis pensamientos.

- Me voy, tengo cosas más interesantes que hacer que aguantarle a usted.

- Adiós, y suerte. La necesitará en este largo camino y sin un cerebro al cual acudir.

- Será g...

10/2/09



En moments com aquest, me n'adono de que tinc tota la vida per fer tot el que vulgui.



Puc tocar-ho tot, puc veure-ho tot.
Pero mai m'apropiaré de res més que de mi mateixa.



Per què crec que tothom té dret a aixecar el cap i veure el sol llevant-se com si ens digués bon dia a tots, i poder despertar, jugar, riure, sentir, somiar, ensenyar, compartir de forma lliure, sense cap censura, sense ningú que ens digui amb un fusell "mala sort, haver nascut en un altre lloc!"

Tots tenim dret a ser nosaltres mateixos. Sense mentides, sense hipocresia, sense desigualtats, sense moure'ns per pur interès.

Perquè uns poden ser estimats i uns altres només obrir els ulls ja són condemnats a una vida curta, pobre, bruta i sense opció de tornar a ficar el cap a una mentida confusa i feliç? Qui som per jutjar a algú simplement per on han nascut?

Tots hem nascut igual i morirem algun día. La única diferència esque mentre nosaltres ens preocupem per viure, ells es preocupen per no morir.

4/2/09

être, cuarta parte

No quería formar parte de una masa de gente que corre como el viento, y que como el viento se deja llevar, pues esa gente, por más tranquila y segura que pueda parecer no deja de ser influenciable.

Yo solo corro para pensar, yo no quería correr para huir.

Pero el miedo, la inseguridad siempre nos traiciona, traiciona nuestras convicciones, nuestras quimeras, nuestras ideologías, y pervierte nuestras ilusiones, pues nos hace olvidar todo lo que nos importa y lo que nos da la vida. No hay que tener miedo, no hay que dejarse llevar.

No hay que dejar que el viento haga volar nuestro camino, pero si nuestra imaginación. No hay que perder el control, pero controlar no es bueno.

Solo hay que ser parte de uno mismo y decidir que queremos que nos acabe de formar, pues al contrario de lo que mucha gente (gente que se lleva el viento) cree, cada persona es un conjunto de miles de cosas, y solo podemos enamorarnos de la parte que está libre de adornos. Solo cuando nos despojamos de esos vestidos que todo lo cubren, que hacen bonito hasta el ser más feo, podemos decir que somos nosotros mismos.

Supongo que esto debe ser lo que llaman alma.

être, tercera parte

De vez en cuando dejo de pensar. Solo cierro los ojos, me siento en la hierba mojada y pienso en blanco, solo en blanco.

Pero de golpe, ese blanco se convierte en nieve, nieve que se funde para dar paso a la hierba mojada en la que estoy sentada, y a mi lado aparecen flores de colores, árboles que sorprendentemente rápido van creciendo para mi, de los que nacen manzanas que, bajo un sol quizás demasiado radiante, caen a mis pies, se pudren, se llenan de hormigas que las devoran con un hambre desesperada, y después de ellas caen las hojas de todos los árboles que han ido creciendo, y mientras caen pasan de ser de un color amarillo rojizo a un verde radiante, para morir finalmente en un marrón fundido con miles de hojas más en el suelo otoñal que se desvanece ante mis ojos mientras unas perlas blancas lo cubren todo como las mentiras cubren la verdad, dejandolo todo igual, todo tan bonito que hasta parece irreal, y es irreal porque bajo esa mentira tan bien hecha hay y sé que aparecerá la hierba mojada donde realmente estoy sentada, y de golpe abro los ojos y solo veo esa hierba, no hay manzanas, ni hojas podridas, ni hormigas que se comen las ganas de sentir para dejar solo una ínfima huella de existencia.

Estamos solos; la hierba, los sentidos y yo.

être, segunda parte

Carpe diem, aprovecha el momento, no tengas prisa.

Sí, el tiempo huye, pero perseguirlo no es mas que desaprovechar tu propio tiempo mientras vas tras el que crees que necesitas, pero que en realidad no es tuyo, nunca te ha pertenecido.

Vive hoy, pues solo te ha de concernir hoy, ayer solo importó ayer, y mañana aun no existe.

Pero hoy, solo hoy, es cada impulso, cada momento, cada oportunidad por amar y ser amado, por tener clara una cosa;

hay que vivir para uno mismo, ya que cada uno tiene una vida, un hoy, un tiempo, y no podemos vivir la vida, el hoy, el tiempo de los demás.

(compartir, no robar)

Precisamente por eso, no hay que perseguir un tiempo que no es tuyo, que nunca te ha pertenecido.

Siempre queremos tener, siempre queremos agarrar, comer, zambullirnos en la nieve y salir ilesos, pero no nos damos cuenta de que lo único importante es ser, ser, ser, uno mismo, un corazón, una mente.

¿Para qué tantos vestidos, tantas mentiras que tapan lo que en realidad somos?

No tendríamos que ser valorados por nuestras riquezas, nuestro poder, nuestro aspecto, sino por nuestros valores, nuestras quimeras, nuestros sentidos.

Eso, para mi, es Carpe diem. Tener claro que por encima de todo, somos hoy, y siempre fuimos, i si mañana se nos olvida todo, da igual, porque hoy somos y punto, ayer tuvimos, mañana quizás no, pero siempre fuimos, somos y seremos.

être, primera parte

Hay mucha gente que no sabe que siempre está soñando.

Hay gente que sueña con lo que no tiene,

o con lo que no sabe que tiene.

Y a la vez hay personas que con sueños lo hacen todo,

se miran por dentro, se conocen y vuelan.

Vuelan por caminos que llevan hacia el mar, que bucean y luego salen como nuevos al exterior, apenas sin mojarse, apenas en un respiro humano, y que, al salir a la superficie vuelven a coger aire para seguir transportando cada segundo hasta ellos, porque el tiempo no les guía, ellos guían su tiempo, ellos deciden cuando respirar, ellos son dueños de su vida.

Cuando soñamos somos dueños de nuestra vida, dueños de nosotros mismos.

A veces es solo ahí cuando realmente decidimos sobre nosotros, porque hay gente empeñada en hacernos caminar por un camino ya hecho, en hacernos reseguir unas pisadas que han reseguido ya demasiadas personas, y eso no está hecho para nosotros, porque tenemos ilusión, tenemos fuerzas para ser los creadores de nuestro destino, fuerzas para decidir cuando hay que desconectar para perderse en cientos de historias distintas que en realidad solo son una, una mente, un cuerpo, y cuando hay que ser valiente y elegir un camino alternativo, distinto, nunca un atajo, pues eso es tener prisa y la prisa mata, la prisa es la muerte;

porque correr es tener prisa por morir.