Seguimos con pajas mentales y sonrisas a medias...
Últimamente pienso mucho en el valor que tienen las promesas.
Lo principal es: ¿y por qué prometemos? Parece que seamos incapaces de vivir el momento presente. En cuanto te descuidas, estás mirando más allá de lo que tienes al lado, estás obligándote a repetir ese segundo efímero todas las veces posibles en un futuro incierto. Prometemos porque no sabemos disfrutar el segundo en el que vivimos, y necesitamos asegurarnos de que este durará para siempre, de que estará eternamente a nuestra disposición para cuando seamos capaces de vivirlo enteramente. Esto nos condena a buscar siempre en los futuros segundos ese instante perfecto que ya pasó y no aprovechamos.
Vivimos anclados al pasado, pensando siempre en el presente: buscamos cada vez recrear lo que no pudimos disfrutar, ¡no vivimos nunca en presente!
Entonces, ¿qué sentido tiene la vida si no la vivimos cuando toca, si siempre estamos pensando en repetir mañana lo que hicimos ayer a ciegas?
Prometemos sin saber lo que es una promesa, ¿y qué es una promesa? Un intento de darnos más tiempo para ser perfectos y mejorar lo que podríamos hacer ahora imperfectamente. Somos demasiado exigentes, ¿no crees? Y es estúpido creer que algún días serás perfecto, o serás mejor que ahora. La vida no es técnica. La vida no tiene niveles que superar ni castillos con princesas. La vida te enseña, y cada segundo te hace algo más fuerte, es cierto. Pero lo que no seas capaz de sentir ahora mismo, dudo que puedas sentirlo de aquí diez instantes.
Estamos demasiado perdidos dentro de nosotros mismos como para encontrarnos, vernos objetivamente y crecer. Es cuestión de pararse un ratito en ese camino que vamos transitando y simplemente dejar de tener prisa por avanzar. En este camino quien corre solo llega antes a la muerte, o eso creo yo.
He escuchado y he incumplido tantas promesas... empezando por las que me he hecho a mí misma. ¿Para qué? He acabado dándome cuenta de que teorizar sobre lo que me ocurre para encontrar la causa de mis problemas y así no volver a caer para no sufrir más, es totalmente estúpido. La clave de esto está en que hagas lo que hagas, si reprimes lo que sientes, serás infeliz. Da igual si eso más tarde te traerá disgustos: en la vida hay muchos, y no son un problema. El problema es no escucharte, no entenderte, reprimir lo que quieres. ¿Desde cuando equivocarse ha sido un problema? ¿Acaso alguien ha aprendido acertando siempre? Quien no arriesga no aprende, pero más allá de esto... He llegado a la conclusión de que no se puede ganar siempre, es más, no quiero ganar siempre. Porque hacerlo todo bien además de imposible sería aburrido, y acabaría por hacerme un ser estúpido y arrogante. El objetivo final no debe ser acertar, por lo tanto, ¿por qué reprimirte? ¿Por qué ser algo que no eres, hacer algo que no quieres, pensando en un futuro que no existe?
He dejado de hacerme promesas. Porque me di cuenta de que eran realmente órdenes. Alba, no te ilusiones. Alba, no confíes. Alba, no sufras. He pasado al: Alba, eres.
La vida es. Y da igual qué más.
Por todo esto, hay que darle menos cuerda al coco en cuestión de futuro, y cerrar más los ojos de vez en cuando para sentir lo que nos rodea. Da igual lo que nos rodee realmente, ¡todo es vida!
Un abrazo inmenso :)
Las promesas son mentiras implícitas, pues del mañana no hay certeza científica - Kase O.