1/4/13

Silenciosamente

Últimamente tengo poco que añadir.
Me basta con dejar hablar a quien tiene algo que decir. Escucho desde lejos, asomada de puntillas en la barandilla, las exhalaciones de la gente, y la calidez de los rostros me abrasa la piel, la marea de pensamientos me contrae de placer, e incluso los movimientos de sus extremidades me distraen de mis propios pensamientos.
Sé que amo en cantidades excesivas al ser humano. Y que mi confianza hacia él es ilimitada. Cuanto más tiempo paso a su lado, más consigue sorprenderme, estremecer mi cuerpo, hacerme cosquillas con sus ilusiones. No quiero perder esta inocencia, sé que en vano sería una vida de desconfianza. ¿Soy débil? ¿Ilusa? ¿Patética? No, sobrevivo. Y con amor.
No todo es como debiera, poco queda puro y lleno de vida, las sombras siempre se muestran presentes como parte de la existencia. Pero es de valientes querer hacer lo más grande posible esa luz que persiste, sonreír a lo que deviene, amarlo todo.

Me dan bastante igual las apariencias que tengan sobre mí. Porque poco tiene que ver conmigo aquello que está fuera y no dentro mío. Y la única manera de abandonar maliciosamente al miedo es aceptando desde la barandilla que pocas cosas habrá como me imagino, pero gracias a ello tendré el poder y la obligación de hacerme un hueco entre ellas y sacarles todo el brillo que potencialmente tengan.

Verte.
Con la suavidad en los ojos, y el tono amable de tus sonrisas.
Con lo que suponen para mí todas tus palabras.
Sin nada más que añadir.

Tan lleno que cualquier descripción es eterna e inacabada, incapaz de alcanzar su cometido.