10/4/10

Exilio.

Blanca cerró la puerta y se puso la mochila enorme en la espalda. Se dió cuenta de que hacía aún un poco de frío y debería haber cogido otra chaqueta. Ya pararía por el camino.
Echó a andar pensando en su mochila. Toda su vida estaba en ella.
Ropa, todos sus ahorros, pocos recuerdos, su libreta roja y su cámara de fotos. En la mano, la primera guitarra que compró de segunda mano a un tipo con pintas hippiosas.
Si hubiera tenido más tiempo, quizás se hubiera acordado de coger braguitas. Ya las compraria dondequiera que fuera.
Las bambas que colgaban de un mosquetón de la mochila le iban dando golpecitos en el culo, pero ella no se quejaba.
A penas podía sentir nada, el miedo y la inseguridad le nublaban la vista, y las lágrimas asomaban tímidas por sus dos ojos. Una mueca le salió de dentro al pasar por el lado de su olivo y recordar todas las tardes que había pasado bajo éste leyendo, jugando, escribiendo, viendo pasar la gente e imaginando sus vidas, sus sentimientos.
Pero tenía muy claro porqué hacía lo que estaba haciendo, y no se echó para atrás.
De pronto, frenó en seco.
Palpó su bolsillo derecho y se dió cuenta de que las llevaba encima. La costumbre ni siquiera se saltó aquel dia.
Volvió hacia la puerta y entró de nuevo en casa. Miró un segundo hacia la mesa, lo justo para dejar en ella las llaves, al lado de la carta que tanto le había costado escribir.
Ahora sí, pensó. Ya está.

Se dirigió a la puerta y echó un último vistazo a la que siempre había sido su casa. Hasta otra.

2 comentaris:

Yasmina Capó ha dit...

m'agrada, i molt!! sobretot perquè no estic segura de si la Blanca se'n va contenta o trista... allà on sigui!

Maggot ha dit...

L´exili no sol ser voluntari. Es una fugida endevant?