Abrir los ojos. Desconcertada, buscar algún lugar donde agarrarme, y de pronto encontrarme sujeta por un rayo de luna. Y desnuda, elevarme moviendo tan sólo la punta de la nariz, salir por la ventana y que el cálido frío de mi noviembre más agridulce me acarície, me de los buenos días y me bañe entera. Verme de golpe encendida, con llamas heladas recorriendo mi cuerpo, hasta la raíz, perpleja de tanta pasión.
Volver. Poner la punta de mis deditos en el frío suelo. La realidad.
Mirar por la ventaña, y añorar ese rayo de luna, desear volver a elevarme y sentir, sólo sentir.
Sonrío. Aquí va a estar mi luna llena, siempre que yo quiera.
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