Va llegando el invierno. Los coches se congelan, las calles se cubren, los abuelos resbalan y maldicen, las luces de las farolas se acuestan más tarde y los corazones tiemblan.
Llega el frío y, con él, un poco de locura.
Un señor se sienta en su banquito, ya helado, y sintiendo la humedad de sus pantalones al deshacerse el hielo, vive. Luego se levanta y marcha a otra parte, mientras un niño corretea y cae sobre un poco de nieve entre los hierbajos. Se ríe, se levanta antes de que los brazos de su hermano mayor lleguen a alcanzarlo, y sigue correteando. El hermano mayor suspira cansado, y mira hacia el cielo. Sonríe, viendo una luna poco definida que aún se sostiene. Desde cualquier otra parte, otra hermana mayor también la observa, y sonríe. Viven.
Qué importa el porqué.
En una cama naranja, dos cuerpos unidos descansan, ríen y se entrelazan, creando juntos. Mirándose a los ojos, viven, y no encuentran más destino que hacer nacer otra sonrisa, otro beso.
Tras la puerta, un gatito vegetariano persigue divertido a un ratón desesperado.
Y qué más da el porqué de nada. Nadie se pregunta porqué surge una sonrisa, porqué una canción nos emociona o porqué deseamos siempre lo que nos falta.
Siempre es necesaria un poco de locura, y frío en los pies.
1 comentari:
me encanta el gatito vegetariano
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