De golpe, fui pasto de la soledad, no tuve otra que darme un empujón y al más puro estilo "tira palante, Chinato" reaparecí. Dejé de ser pan, farola y carrito. Pero seguí siendo palomita y mirada marchitas. Y por consiguiente, fantasma.
-Y como buen fantasma, sigo viajando en trenes vacíos.
Pero son esos fantasmas que nos tiran de la ropa, nos revuelven el pelo y deshacen nuestros actos, los que poco a poco se olvidan de nosotros, nos dejan a un lado, desocupan nuestro cuerpo y con el viento marchan adondequiera que la corriente les atrape, encuentran otros ojos con luces de colores y entran por la oreja, sin ser vistos, sin tan siquiera hacer un mínimo ruido, para de pronto arraparse a sus almas, invadir sus pulmones y ahogar sus vidas, con el único objetivo de no sentirse, por una única vez, tan solos.
Aún sin conseguirlo acaban por marcharse, en un ciclo interminable de eterno retorno. El problema reside en el vacío que dejan. A veces, la empatía nos juega malas pasadas, y acabamos por creernos fantasmas cuando nunca tuvimos ni sombra.
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada