19/5/14

Tobogán

No puedo inventar miradas. Pero a veces lo hago.
Hay unos ojos en este mundo, solo unos, que son historia para mí. Son un puro espejo de lo que soy en cada parte de mí, en cada corte de pelo, de dedo, de amor, de deseo, de rabia y de alegría. Hay solo unos ojos en este mundo, todavía, que saben decirme quién soy y quién he sido sin pestañear siquiera. 

Por ellos todo se me queda corto. Por ellos nunca nada es suficiente. Porque al verlos recuerdo lo que es la entrega, y me duelo a mí misma en mi duelo eterno. 

En el fondo, todo es interpretación. Nosotros somos representaciones de nosotros mismos, de lo que soñamos e inventamos, creamos y creímos alguna vez. Por ello invento esos ojos, que aunque existan en este mundo, no es realmente más que la recreación de mis niñas, pequeñas y adultas, aquello que veo en ellos y me traspasa.

En mi proceso de adultez, voy consiguiendo ver en mis ojos de speculum lo que siempre fui a buscar por el mundo. Voy encontrando el espejo que es el amigo dentro de mí misma. Porque así, y solo así, se crean las relaciones sanas, se forjan las amistades reales que no cojean, que pintan el papel por los dos lados, que alzan monumentos a la vida con sonrisas. ¿Quién quiere ser una silla que cojea? Si no te equilibras, tu mismo estás sobre algo que da tumbos, y después de un tiempo tanto mareo no mola nada.