Escribo con los ojos cerrados. Y simplemente me penetra lo que oigo, lo que siento.
No puedo dejar mi alma libre de mí misma, pero sé que puedo .
Me siento como un pianista ciego que trata de pintar con sus dedos lo que no puede ver.
¿Sabes? Sé que me exijo. Que no me permito. Que no confío en mí todo lo que debiera. Que me miro de reojo para ver si lo hago bien.
Pero con todo eso, me amo más de lo que cualquier ser humano podrá amarme nunca. Me doy vida, me doy la mano para avanzar al ritmo que quiera. No pasa nada, tranquila. Y ya todo está bien.
No dejo de bailar conmigo misma para conseguir deshacerme de tontas capas de polvo. Siento que me voy liberando lentamente, y no quiero liberarme de lo que me ha dado vida y ahora quizás me estropea. Pero si sigo el curso natural de las cosas, acabaré llegando a mí, así que no debe de ser tan difícil.
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