La tristeza de este vacío espacio-temporal me mece, asegurando que nada ocurre si nada muevo, si nada pienso, si nada soy.
Dejarte arrastrar por la cómoda pasividad de la nada es no notar el crujido cromático de las hojas impasibles contra el viento, la lucha interminable de las notas armónicas contra el ruido del mundo, el insoportable grito del universo por seguir expandiéndose.
En esta habitación cerrada solo puedo alimentarme de mi propia melancolía, y lo más soez es no querer ver la puerta.
A pequeños pasitos o a rastras, para no descubrirme a mí misma, voy llegando. Pero me encantaría acompañarme en este paso, y barrer el miedo con la escoba de Hércules, tener la fuerza de encontrarme vacía para empezar de nuevo un recorrido enorme.
Pero parece que este viaje tendré que empezarlo sola, incluso sin mí.
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