En un impreciso instante como este, dos millones trescientas cuarenta y dos mil setecientas una (2.342.701) personas contienen la respiración. Acto seguido, dos millones trescientas cuarenta y dos mil setecientas (2.342.700) personas que habían detenido su respiración dejan que el aire vuelva a inundar sus pulmones, y sienten como el oxígeno vuelve a recorrer sus cuerpos, que por solo un instante empezaron a perecer.
Tan solo una persona, una en el mundo, prohíbe a su cuerpo llenarse de vida, volver a sentir esa conexión natural. Por un segundo, pretende no ver, no entender, no ser, ni siquiera pretende pretender. Sin forzar su organismo, deja que su cuerpo se vacíe por completo de oxígeno y se desvanece en algún lugar azul oscuro, nota como algunas fuerzas desconocidas acarician sus labios tiernos y estiran sus comisuras creando sonrisas. Siente como los dedos de sus pies son estirados hacia el infinito, su espalda se curva e inicia un baile extraño sin querer evitarlo. Con los ojos entreabiertos, vislumbra sombras y luces, movimiento y dulzura, y unas manos blancas se acercan para seguir creando esa danza no mecánica, siguiendo el pulso de la vida y la muerte, basándose en el latido del universo.
Entreabre algo más sus ojos, y de pronto retira su mano. Sus dedos tiemblan y por un segundo se mantiene alerta a lo que ocurre. Sus rodillas, sus muslos, su ombligo, sus brazos, sus dientes, sus ojos. Todo lo que le forma, todas las partes de su cuerpo, y quizás incluso su alma, se presentan ante él mismo y mueven su cuerpo. Despiertan sus músculos, crean cosquilleos en su espalda, juegan con su alma. Se ve a si mismo frente a él, y no puede hacer otra cosa que sonreírse. Piensa que hacía mucho que quería encontrarse. Confía en que ahora que puede verse ya no podrá sentirse solo.
Y lentamente acerca su mano a su propia mano. Entrelaza los dedos, y con una fuerza inexplicable acerca su pecho a su propio pecho, para sentir el calor nunca sentido y poder entender, casi sin buscarlo, casi sin saberlo.
De pronto no hay más que oscuridad, y nada a lo que abrazar. Pero no teme, no sufre. Mira sus manos y comprende, él mismo reluce. Es la luz que necesita en su único viaje, es el pulso que hace que su piel siga vibrando al contacto externo. Sonríe y cierra los ojos con una fuerza sobrehumana, para aparecer en el suelo tendido y en un mundo extraño, del que forma parte como individuo random. Le queda esa sonrisa en los labios y en los ojos, y un calor en el alma como un abrazo eterno. Se siente más ligero a pesar de saberse doble, y ya no dice tanto, pues sabe que sus palabras tienen también un doble peso . Con calma camina y acaricia las aceras, los robles, las flores e incluso las papeleras. Se observa en el espejo de un lago helado y en su ojo descubre el universo entero. Sabe que él mismo es un cachito de universo.
De dos millones trescientas cuarenta y dos mil setecientas una (2.342.701) personas que contuvieron la respiración en un impreciso instante como podría ser este, tan solo una hizo que esos segundos de sueño perecedero valieran la pena. Y su recompensa fue él mismo.
1 comentari:
Increíble... no tengo palabras.
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